No podrás conmigo Adam Smith



Caminar y mojarse los pies. A pesar de los zapatos.

Llegó el invierno a Quito y todos los días llueve. No importa que coloque pequeños trozos de cinta a las suelas de mis zapatos, para que el agua no se filtre, es una solución que ha demostrado su ineficacia ante los charcos y pequeñas corrientes que se forman en las aceras. Podría envolverlos con bolsas de mercado -al estilo motorizado- y caminar con la confianza de que tu camino siempre estará seco y listo para el andar. Un andar que no se detiene por estas épocas de supervivencia.

Eso de caminar con las medias mojadas es horrible.

Por supuesto, siempre se carga un paraguas encima. Ppero también es bastante ineficaz a la hora de cubrir el cuerpo ante la lluvia con viento. Te conviertes en un director de orquesta moviendo la sombrilla de una lado a otro dependiendo de dónde venga la ráfaga. Ya no sólo tienes los pies mojados, sino el cuerpo. Eres una langosta que se escapó de la olla o un salmón que nada contra corriente. Simón Bolívar lo dijo: "lucharemos contra ella -la naturaleza- hasta que nos obedezca". Pero es que la naturaleza es obstinada y no hay quien la detenga. Es la que te recuerda todos los días lo pequeño que eres en este planeta.

Mis zapatos no tienen el menor chance de vencer.

La única victoria sería comprar unos nuevos y darle un descanso -bien merecido- a los pares que me traje desde Caracas. Pero ahí entra la teoría del centavo. Una teoría que se ha desarrollado en esta familia desde que el tiempo es tiempo. Consiste en la prioridad que le damos a cada centavo que entra en las arcas. ¿No hay comida? Pues los centavos abastecen la alacena. ¿No hay medicinas? Pues los centavos van a parar al bolsillo de la farmacéutica. ¿No hay techo seguro? Pues los centavos van a las manos del que arrienda. Es una escala de prioridades, determinada por el momento y la situación, que medianamente nos hace sobrevivir a los clase media baja. O cómo diría mi abuelita: pobres en bienes pero ricos en guaguanco.

¿Cómo no amarla?

En los casi tres meses que llevó fuera de Venezuela, mis centavos han estado destinados al mantenimiento de la respiración. Por ejemplo, mantenernos cómodos y calientes ante el frío que hace en Quito. Esta lucha nos ha dado tristezas, consejos y algunas alegrías. La felicidad del que no tiene nada que perder, y a la vez, mucho. La felicidad de la incongruencia. La felicidad del que se arranca los pelos por el estado en rojo de la cuenta del banco, pero tiene la cara llena de migajas de pan con chocolate. La felicidad del que descubre el segundo, tercer, cuarto y quinto aire de la vida y tiene mucho miedo.

Pasé tres semanas sin hablar con mi mamá. Las comunicaciones desde Venezuela avanzan al paso de una revolución que se come a sus hijos. Un Saturno del Caribe. Cuando al fin logramos reconocer nuestras voces, tocó escuchar el parte de supervivencia de cada lado. De cómo todo está más caro por Caracas, y de cómo le hecho para mantenerme firme en mis convicciones de migración. Mi mamá es devota de San Judas Tadeo, en su casa tiene un pequeño altar. Me dice que todas las noches le reza para que nos vaya bien y todo marche como siempre lo hemos soñado. "Yo sé que tú eres agnóstico, pero mis oraciones forman parte de lo más valioso que tengo para ofrecerte".

Escuchar eso, esas palabras. Me inundaron la cara de lágrimas y por primera vez, en mucho tiempo, respondí con un "amén". Amén por que al menos tengo zapatos. Remendados, pero los tengo. Amén porque hay comida. Poca pero bendita. Amén por la salud, que al igual que San Jorge, pelea contra cualquier gripe o dolor de estómago. Amén por este miedo que siento en las tripas, y que no me deja quedarme tranquilo hasta que tenga la estabilidad para respirar con calma.

Sigo siendo agnóstico. Pero coño: ¡amén!

Comentarios

  1. Bueno amigo (virtual, pero con aprecio de por medio) se que superaran todas esas cosas, la historia de los paises esta llenas de luchas individuales, en pareja o en familia; toda la buena vibra que el universo me permita enviarte esta llegando ahora a tu espacio vital Un grande grande abrazo y bendiciones LO LOGRARAS

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    1. En eso estamos. Hay momentos bajos, pero mientras estamos juntos, todo lo podemos. Muchas gracias.

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