Profesión: Torturador



Quizás estuvo al lado tuyo en el Metro. Lo viste leer el periódico. Posiblemente el matutino que reparten en la calle. Compartió contigo las mismas empanadas en el puesto que tanto te gusta a dos cuadras de tu trabajo. Te sentiste apoyado por él porque llevaba la misma camisa del equipo de béisbol que te gusta. Lo detallaste y agradeciste, cuando se levantó en la camionetica para darle el puesto a la embarazada.

Él, como tú, se despierta bien temprano todos los días. Besa a su esposa, ayuda a sus hijos para ir al colegio y colabora con el desayuno. Quizás tiene un carro que tan solo Dios sabe cómo compró en Venezuela. Y todos los meses lidia con las facturas del teléfono, la luz, el aseo y la tarjeta de crédito. Cuando llega a su "oficina" los compañeros lo saludan y se chalequean con el usual compañerismo de un grupo que comparte ocho horas diarias -y a veces más- en el trabajo.

Puede ser hombre o mujer. Joven o viejo. Blanco o negro. Camina las mismas avenidas que tú, recorre las calles donde te criaste y de repente, por qué no, comparten algunos amigos. Fue a la misma universidad que tú, y tiene problemas con matemáticas. ¿Recuerdas cómo te costó a ti pasar matemáticas? Es un ser humano. Con sueños, ambiciones y deseos reprimidos. Respira y se desenvuelve en la misma sociedad.

¿Hay alguna diferencia?

Sí. Él baja hasta los sótanos, sube a las terrazas o abre las rejas de una cárcel. Del infierno en la Tierra. Sabe cómo golpear sin dejar marca. No siente el sufrimiento ajeno porque lo ve como una labor bien remunerada. Se siente protegido porque tras su máscara de naturalidad, se esconde el demonio que hace llorar. Y cuando cubre sus manos con guantes de látex, se excita de la misma manera que al tocar un par de tetas. Porque es el momento de clasificar sus instrumentos de sangre. De elegir a la víctima y verla retorcerse entre sus caricias de maldad.

Tiene una silueta parecida a la tuya. Lo vez y sientes el cosquilleo del prójimo. Logró su cometido. Sabe que tú no tienes idea que su presencia son tus pesadillas.

J. Díaz

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