Desaparecido


 Lo único que existía en ese momento era el sabor a vinagre que inundaba mi boca. La venda en mis ojos estaba empapada en sudor, y goteaba hasta mis labios, mi lengua y mi garganta. El miedo dio paso a la rabia. ¡Maldición! Morir de la manera más absurda: ajusticiado. Para complacer el trabajo de unos matones de poca monta. Manipulados por un titiritero burdo y grotesco.

Si me hubieras visto. Parecía que estaba rezando. Las manos juntas, los brazos en paralelo al rostro, juntos para que la oración no se escape. Luego, te das cuenta que un mecate sujeta mis extremidades. Dejándome unos rosetones que cualquier santo tardaría varios días en curarme. No estoy solo. Somos 40. Todos en la misma ruta. Todos bajo el mismo lazo ejecutor. Los verdugos se escuchan a lo lejos. Riendo, bebiendo, jactándose de sus armas. Que si el fusil, que si el revólver. Unos cuantos hablan de una fogata. ¿Cuál fogata?

Yo pienso en mi madre, con sus nervios a flor de piel. Me da de todo que al enterarse de mi muerte vaya a acompañarme. Mi papá, con sus huertos. Siempre lo ayudaba después de clases. Ahora, ¿quién lo ayudará a cosechar? Y Rosalinda. ¡Mi Dios! Rosalinda. De esas niñas que al verte se te olvidan las matemáticas. Con su cabello de cayena. La quise desde el primer momento. Como tantos clichés de las telenovelas. Primero me prometió un abrazo. Luego el beso. Y por último, su piel.

No quiero que llore por mí. ¡Putos matones! Por esta cochinada quedarán malditos de por vida.

Las cejas me arden. El sudor es insoportable. Unos cuantos están llorando. Otros, vociferando mentadas de madre. Ya quiero que se acabe. Eligan de una vez. El tiro o la granada. El golpe o la puñalada. Quiero que esto quedé como testimonio de nuestra lealtad, de nuestro compromiso, y por sobre todo, de nuestra inocencia. ¡Coño! Protestar no es un delito. Reclamar mis derechos, ninguna prohibición. Al final, como dice el dicho: la violencia es el arma de los que no tienen la razón.

Y es a mí. Precisamente a mí. Me toca nacer en este mundo. Una constante mezcla de perfume y cloaca. Yo, que nunca me deje amedrentar por nadie. Convencido que las causas justas deben pelearse. Hasta con el pellejo. Bueno, aquí estoy, ofreciéndolo. A punto de partir a otro oriente. A otro tipo de lucha. Y esta cochina venda que no deja de herirme la cara.

Bienvenidos a mi mente. Bienvenidos al testimonio del desaparecido.

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