Ángeles.

¿De dónde vienen los ángeles? Una vez conocí a uno. Estaba dentro de mi escuela disfrazado de estudiante. Ustedes saben. Esas niñas con el pelo recogido en una colita de caballo, lentes de lectura y esa figura que empieza a formarse como una oda al buen vivir. Sí, definitivamente tenía que ser un ángel. Al menos así los imagino yo. Entonces, ¿cómo hablamos con los ángeles? Yo no lo hice. Estaba enfocado en cosas más terrenales, como para estar persiguiendo la divinidad. Enorme error. Muchas veces cuando el cielo se te presenta tan temprano, uno debe construir la escalera para alcanzarlo. Como dice esa canción tan famosa en inglés. Ahorita no recuerdo el nombre, pero habla de una escalera al cielo. Creo que ahora esa será mi canción favorita.

¿Podemos amar a los ángeles? Sí, de eso no hay duda. Yo alcance a mi ángel. Fue extraño. Porque la encontré en un restaurante de comida rápida para dirigirnos a la lluvia. Hay muchos clichés en este mundo. Pero, háganse un favor: no dejen pasar el cliché de besarse bajo la tormenta. Es la poesía hecha movimiento. Es la sensación de volar, y todos esos epítetos que muy bien conocemos de las novelas rosa. Vivir es muy simple. Se trata de ser feliz sin molestar. ¿Hablar con los ángeles? Pan comido damas y caballeros. ¡Pan comido!

¿Los ángeles hacen milagros? Ustedes deberán buscar la respuesta. Yo estoy convencido que sí. Estar enfermo y recibir una caricia en la frente. De esas que te borran todos los males. Pelear por cuál película ver o cuál libro comprar. Detalles diarios que te recuerdan la humanidad del amor. Reír, poseer y sentir como un ángel se vuelve la religión más hermosa del mundo. Olvida los templos y las oraciones. Hay besos que te llevan directo al paraíso. Hay pecados que te arrastran al infierno y te devuelven a una ciudad gris y frustrada. Mientras caminas iluminado por la travesura del placer. Por la certeza de sentirse amado. Esos son los mejores milagros.

No te preguntes cómo la vida puede funcionar. Solo ve y haz que funcione. Vivimos atrapados en este purgatorio de banalidad.

Olvidamos lo sencillo de un abrazo. De un te quiero mezclado con sonrisas. De dar las gracias y halagar con la humanidad de un ¿cómo estás?, sincero. Así viven los ángeles. Maravillados por ese libre albedrío que tenemos desde la creación. No pienses en la regularidad del rito o esas normas de espiritualidad que te dicen cómo vestirte, hablar o expresarte. Los ángeles, los verdaderos, nos dejan volar mientras no pretendamos hacer daño a los demás. Mientras sepamos vivir con el respeto al otro. Identificando a nuestros semejantes.

Ahí están los ángeles. En el café de las mañanas. En la canción que te mueve los huesos. En la humildad de la enseñanza. En el interés por el éxito bien habido. En el aprendizaje de los errores. Y en la ironía de la perfección. ¿De dónde vienen los ángeles? Pues de ti. ¿Qué esperas para convertirte en uno?

¿Mi ángel? Duerme todas las noches a mi lado.

J. Díaz.

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